domingo, 6 de mayo de 2012

Un intelectual llamado Filípides

Él hubiera podido ser doblemente famoso, no solo por su cuerpo sino también por su mente, por su intelecto además de por su resistencia física. Pero ¡ay!, de otra suerte lo entendieron los hados.

Cuando Filípides corría para evitar la destrucción del mundo griego por parte de los persas, se detuvo un rato a respirar y durante esa breve pausa reflexionó en que lo suyo era completamente inútil, porque el movimiento era algo inexistente. En voz alta, se dijo que era imposible recorrer la distancia que había entre su punto de descanso y la ciudad de Atenas, porque para eso debía primero llegar a la mitad de esa distancia, y antes a la mitad de la mitad, pero antes aún tenía que transitar la mitad de la mitad de la mitad y así sucesivamente hasta el infinito. Luego, recordando su misión histórica, dejó de lado esas sudorosas cavilaciones y continuó su carrera como buen maratonista.

Es pena que al llegar a Atenas haya muerto, porque esa idea -adornada de flechas, Aquiles y tortugas- la desarrolló un poco después su compatriota Zenón y pasó a la historia con sus aporías eleáticas.

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