viernes, 26 de noviembre de 2010

En los dominios del Hamakakeru Ryu No Hirameki

¿El lugar? Honshū, la mayor de las islas del archipiélago japonés. Conozcamos a J., un escritor paraguayo que está de vacaciones por las tierras del sol naciente. Como todo turista, J. transita las bellezas que el país tiene para ofrecer, que no son pocas. Ahora está en Kioto, ciudad donde late el Japón tradicional, en contraposición a la monstruosa urbe futurista que representa Tokio. Durante más de mil años, Kioto supo llevar con hidalguía y orgullo la cinta que la acreditaba como la capital del país. Los templos y atractivos turísticos están regados por su geografía.

Paraguayo y tercermundista, J. está alegremente sorprendido de la limpieza que reina en el ómnibus de la línea 101 que lo lleva al Templo Dorado, maravillado de su impecable condición mecánica, del civilizadísimo conductor que, con inmaculados guantes blancos en las manos, guía el vehículo por las calles como si nadie lo estuviera persiguiendo para darle caza.

Llegan a la parada. J. muestra al chofer el one day pass ticket que había comprado y desciende con premura. Se dirige con resolución inquisidora al Templo Dorado, cuyas fotografías había contemplado en un sitio web. Al minuto, la mañana se desmigaja con amargura. J. cae en la cuenta de que en su apuro tercermundista por descender del vehículo, olvidó su mochila en el asiento contiguo al que antes ocupaba.

Es el fin. Casi todo lo que trajo está allí: pasaporte, tarjetas de crédito, cámara fotográfica. Resignado ante el guión maligno de la indolente realidad llega al Templo Dorado, el monumento le parece todavía menos bonito que en los sitios web visitados. De igual modo, toma fotografías del edificio con el ojo de la cámara de un Iphone, que no es lo mismo pero que es algo.

Termina prontamente la visita al lugar, regresa al hotel y comenta al recepcionista lo sucedido. Éste pregunta a qué hora se dio el hecho, en qué línea de ómnibus, cual fue la parada. J. se sorprende, siempre pensó que los japoneses eran reservados, pero este le había salido parlanchín e inquisidor (quizá fuera un escritor). De todos modos, responde las preguntas concienzudamente. El recepcionista toma el teléfono y mezcla sílabas y sílabas. El idioma japonés llena los oídos de J. Finalmente, la llamada llega a su fin. El recepcionista garabatea unas telarañitas en un papel y al tiempo de extendérselo a J. le informa que puede ir a retirar su mochila cuando quiera, que las instrucciones para el taxista estaban en la pieza de papel.

Paraguayo y tercermundista, J. entreabre una sonrisa de desconfianza. Pero hay mucha seguridad en las palabras del recepcionista, hay demasiada convicción en el inglés raramente tan bien pronunciado de su interlocutor nipón. Llama un taxi y acude al lugar indicado por el recepcionista. Encuentra la Oficina de Objetos Perdidos de la empresa de transporte. Se identifica. Lo estaban ya esperando. Luego del saludo protocolar, su mochila hace una señorial aparición.

Paraguayo y tercermundista, J. se apresura a revisar cada compartimento para comprobar si faltaba algo. Todo está allí, intacto. J. sabe que si perdía la mochila en su país, con seguridad la misma terminaría en casa del primero que la divisara. La amabilidad de los que están en esa oficina es genuina. Y están auténticamente sorprendidos de que a J. le sorprenda la recuperación de lo extraviado.

¿De qué país? pregunta quien le entregó la mochila.
De Paraguay responde J.
Ustedes tienen un equipo muy fuerte replica sin amargura el japonés y entonces J. recuerda que hace apenas unos meses, en el mundial sudafricano, La Albirroja había eliminado en octavos de final al equipo nipón, en una aguerrida tanda de penales.

Paraguayo y tercermundista, J. intenta dar una propina a quien le entregó su extraviada pertenencia. Éste la rechaza con una sonrisa y coloca dos barras de chocolate en la boca aun abierta de la mochila. A J. le cuesta todavía entender todo lo que acaba de vivir en tan corto tiempo. La honestidad de 24 quilates de una gente de otra madera. O ese planeta no era la Tierra o era en realidad posible tener otro país.


miércoles, 17 de noviembre de 2010

Fallo I Certamen Internacional de Relatos "Torremocha"

El día 15 de noviembre de 2010 un jurado compuesto por Virtudes Barea, Psicóloga; Francisco Martínez Hoyos, Doctor en Historia y escritor; Salvador Moreno, periodista y escritor, Director de la revista Belianís; y José Antonio Quesada, editor de Ediciones Rubeo, declara ganador del I Certamen Internacional de Relatos Torremocha a D. Antonio José Quesada Sánchez por su cuento “El hombre que leía a Dumas”, quedando como finalistas las siguientes obras:

-Un cadáver inoportuno, de D. Juan Carlos Garrido del Pozo.

-La criada, de D. Marcelo Choren.

-Agostinho Vieira, de D. Carlos de Tomás.

-El fumigador, de Dª Nery Aragonés.

-El mortemista, de D. José Luis Pérez Fuillerat.

-El reencuentro, de D. Jonathan Alexander España.

-Riqueza interior, de D. Javier Viveros.

-La casa de Clara, de D. Ricardo Castillo.

-Una tarde de domingo, de Dª Blanca del Cerro.

Asimismo, y dadas las puntuaciones obtenidas, Ediciones Rubeo decide incorporar al futuro volumen los siguientes relatos:

-Bambalinas, recuerdos y otros baúles, de Dª Inmaculada García Haro.

-Al borde, de Dª Ana Iturgaiz.

-Undísono, de D. Carlos Luis Martín.

-El cazador paticorto, de D. Manuel Cubero.

Finalmente, Ediciones Rubeo desea aclarar que, dada la coincidencia de apellido del escritor ganador de este concurso con el del editor, no existe entre ambos ningún tipo de lazo familiar en grado de consanguinidad alguno.

En Peal de Becerro a 15 de noviembre de 2010.

martes, 16 de noviembre de 2010

Gacetilla recibida


La Editorial Arandurã y el Instituto Cultural

Paraguayo – Alemán Goethe Zentrum

invitan a la presentación del libro

"Ñe’ẽnga jarýi"

de Javier Viveros

con dibujos de Nico Espinosa

Jueves, 18 de noviembre de 2010

19:30 horas

Auditorio del ICPA GZ

Juan de Salazar 310 c/ Av. Artigas


EL LIBRO.
Los ñe’ẽnga forman parte de nuestro ADN como nación. Son frases cortas, que estallan de improviso y llenan la escena de gracia e ingenio. Vale aclarar que esta no es una compilación, estos ñe’ẽnga son nuevos. Lo que aquí se ha hecho es tomar al ñe’ẽnga como un micro-género literario y abordarlo como a una isla lacustre.


sábado, 13 de noviembre de 2010

Algo mais sobre Prometeu

La escritora brasileña Cecy Fernandes de Assis tradujo al portugués un cuento mío:

Algo mais sobre Prometeu

Muito obrigado, Cecy!