martes, 26 de marzo de 2013

Otra reseña del Manual de Esgrima

He aquí el texto del comentario de Eulo García acerca de mi último libro de cuentos; el texto fue publicado por el suplemento Correo Semanal del diario Última Hora.



Kotoka, aeropuerto de la ciudad de Accra, capital de la República de Ghana, en la punta oeste del continente africano. Hasta allí llega el personaje paraguayo, un auditor externo de una poderosa empresa europea de televisión, a fin de realizar uno de los trabajos acostumbrados: visitar sucursales de la compañía y realizar una auditoría informática y contable ordenada por la central, debido a rumores de fraudes contra la empresa. Trabajo para nada simpático, pero obligación al fin. En Kotoka espera Mawusi, quien será el chófer local del auditor paraguayo, y le contará detalles incomprensibles, para el auditor, sobre la tribu ewe, y ciertas prácticas mágicas normales para su cultura. Mawusi será, a su vez, el primer Virgilio que nos llevará a recorrer los jardines y los desiertos lejanos, de una cultura tan rica como lejana para quienes conocemos África sólo por mapas y noticias desesperanzadoras para la humanidad.

Diferencias y semejanzas
Mawusi es un personaje de “Déjà Vu(Dú)”, el primer cuento del libro Manual de esgrima para elefantes, del narrador paraguayo Javier Viveros (Asunción, 1977) que tiene la particularidad de haber sido publicado a fines del año pasado por dos editoriales extranjeras: Ediciones Encendidas, de Argentina; y Rubeo, de España.
Particular pero no extraña la publicación de este libro por editoras de otros países. Viveros es un autor prolífico que escogió el cuento como su oficio narrativo. De hecho, Manual de esgrima para elefantes es su tercer libro de cuentos. Anteriormente publicóLa luz marchita (2005); y Urbano, demasiado urbano (2009); a más del título Ingenierías del insomnio (2008), escrito de manera conjunta con su hermana, la escritora Diana Viveros.
Manual de esgrima… reúne trece relatos escritos por Viveros entre los años 2008/10, época en la que vivió en el continente africano y estuvo en contacto con las vivencias y las costumbres propias de la población. Del contacto con el mundo mágico de las creencias surgen los detalles fascinantes de “Déjà Vu(Dú)”, “Sepultando a Kweku Mensah”, “Fantasmas”, que nos acerca el misterio eficiente de la fe ante lo inexplicable, e incluso inentendible, para la razón occidental.
“La lista”, “París-Dakar”, “Passing shot”, y “Al jefe le pasa algo” describen ciertas características de las sociedades africanas, y permiten encontrar semejanzas y diferencias con la nuestra, sobre todo desde las distintas formas de marginalidad que se desarrollan en las mismas. “Putas rusas” y “Primera semana” dan el toque de hilaridad a la densidad conjunta de las realidades descritas. Otros cuentos del volumen son “Riqueza interior” y “Una de Nollywood”.

Historia reciente
Pero es en los cuentos “Ruándicas”, y en especial “Un pecado capital” donde Viveros logra el acercamiento más profundo a la historia reciente africana. El primero es un relato descarnado del Genocidio de Ruanda, en el que el gobierno y las fuerzas hutus (hegemónicas en el poder) realizaron un intento de exterminio de la minoría tutsi, causando cientos de miles de muertos (se habla de ochocientos mil tutsis asesinados en esa ocasión). “Un pecado capital”, por su parte, es no sólo un alegato en contra de las “alianzas políticas” que realizan los gobiernos del tercer mundo con las grandes empresas multinacionales. Meses antes de la elección para gobernador de Rhode Island, una alocución irrumpe en una radio local y alerta a la población sobre los antecedentes de un candidato a gobernador. “No importa mucho quién soy. Lo que realmente interesa es que tengo un mensaje para todos ustedes”, dice la voz, y comienza su relato. La voz habla del coltán, un mineral indispensable para el desarrollo de las nuevas tecnologías, cuyas reservas mayoritarias (calculadas en un 80% de la existencia mundial de este mineral) se hallan bajo suelo de la República Democrática del Congo. Esta voz anónima denuncia a su vez la guerra entre naciones africanas (rebeldes, grupos armados, ejércitos regulares y milicias) surgidas por el dominio de los territorios donde se encuentran estos yacimientos, la extracción y el tráfico del conocido “oro azul” para su comercialización. Bajo esta lucha -sigue denunciando la voz- las milicias invadieron también varios parques nacionales, destruyendo el hábitat y disminuyendo la población de algunas especies protegidas. “El gorila de montaña ha sido ya casi exterminado. Un elefante no dura demasiado ante los agujeros que infiere una moderna ametralladora liviana. Daño colateral”. Pero lo central del relato (y que alerta la voz) es que uno de los candidatos para gobernador de Rhode Island, el preferido en las encuestas, se había enriquecido obscenamente en años anteriores, justamente, mediante el tráfico del coltán. Un cuento directo en cuya calidad narrativa se conjuga historia, política, y acerca de manera sencilla algunos datos básicos sobre la relación de la tecnología con la explotación de  minerales.

Con estos cuentos, Javier Viveros nos acerca así un poco de la historia, las creencias, las prácticas y las costumbres de un continente lejano y mágico, por lo desconocido;  como sufrido y cercano, por los colmillos y las acechanzas clavados en su tierra. El libro se presentará en Asunción en los siguientes meses, mientras tanto puede ser adquirido vía internet en librerías online españolas y en Amazon.

martes, 5 de marzo de 2013

Luque según Burton


Cómo era Luque a los ojos de Sir Richard Burton, en 1869, durante la guerra contra los carroñeros de la Triple Alianza:


"Luque nos pareció el típico poblado que se remonta al tiempo de los jesuitas: un cuadrángulo rodeado por unas cuarenta o cincuenta casas de una sola planta, con anchas galerías o corredores con postes de madera, paredes blanqueadas y techos de tejas rojas. Todas daban, para un mejor servicio de espionaje, sobre el espacio verde al frente. Hacia el este había una humilde capillita y al oeste estaba el gran comercio o bazar de campo.
Elegimos el Hotel de Paz, una especie de barraca, donde por una libra de oro desayunamos decentemente con pan y vin de pays, un guiso de ave y la mejor carne de vaca que hasta el momento habíamos comido en Paraguay".