jueves, 30 de julio de 2009

Ultimo recurso

Ilene es una veterinaria brasileña y está en plena tarea. El paciente actual es un perro, un pastor alemán viejísimo y enfermo. Ella debe aplicarle la eutanasia. Prepara la inyección. El líquido mortal ya está aprisionado en la jeringa; pronto entrará en contacto con la carne canina.

Todo está listo. Con la jeringa en la derecha, Ilene pone la mano izquierda sobre la piel del animal y de pronto algo sucede. El perro despierta de su somnolencia de muerte y, con unos ojos que reflejan el infinito, mira a Ilene y mueve la cola con alegría. Y la mano derecha de la veterinaria detiene su curso de colisión. La jeringa se horizontaliza sobre una mesa e Ilene va a la habitación contigua. Hay otros asuntos que requieren atención.

Y así el ave de alas quebradas recibe su revisión, y el diabólico gato malcriado su porción de carne. Pero la ronda acaba muy pronto y es preciso volver a lo que quedó pendiente. Ilene va para la habitación del pastor alemán enfermísimo y viejo y en su cabeza sólo hay una súplica: que no vuelva a mover la cola.

La jeringa entró, lisa, bajo la piel. Ningún músculo protestó.

4 comentarios:

  1. Fulminante. Qué dolor ... Cumplir con el duro deber

    ResponderEliminar
  2. Ke onda la muerte, siempre es ajena, verdad?...
    mi kapé Yoryi de Fernando de La Mora además de ser pintor ocasional de brocha gorda, jardinero ocasional, ayudante de albañil ocasional,reciclador cartonero ocasional y rescatador ocasional me contó de su breve pero enriquecedora experiencia como rematador de perros enfermos. Llegó a acabar con seis, el último, precisamente un pastor alemán, fue el caso más árduo. Su técnica consistía (según él es infalible y más seguro) en ahorcarlos en el fondo de su jardín. Para lo cual utilizaba una piola de nylon verde de unos tres metros de largo y la rama inclinada de un nispero añoso.
    El trabajo realizado cobró fama en el barrio por su eficiencia y buen precio, ya que una de las inyecciones aplicadas en la veterinaria cuesta por lo menos 12 dólares y Yoryi solo cobraba poco más de la mitad.
    Fue asi que una mañana de Domingo particularmente desolada y aburrida llegó hasta la casa de Yoryi Ña Feli y lo contrató para que se deshiciera de su perro Espectro, un pastor alemán con leishmaniasis.
    Yoryi fue hasta la casa de Ña Feli, a unas cuadras y trajo al perro para que conociera por primera y última vez el jardin y la serena sombra del níspero.
    Tras la oración de rigor a San Roque, se fumó un petardo ñembyense que le había regalado Pou y procedió a la faena. Lo dejó colgando uno buenos minutos hasta que dejó de moverse. Luego aflojó la piola y lo bajó suavemente sobre el pasto, levemente humedecido aún por el ysapy mañanero. Luego se dispuso a cavar la fosa donde lo enterraría, casi al pie del árbol patibulario. Como la tierra era bastante blanda, la tarea no demoró ni diez minutos.
    Al terminar se dio vuelta y swe encontró con que el animal había desaparecido.
    Su primera sospecha fue que se había regresado a la casa de Ña Feli, Yoryi se encaminó entoces hasta la casa de su contratante y apenas se asomó al portón se topó con la apesadumbrada ama del perro que se disponía a ir a la misa. Sin darle tiempo a decir algo, la buena señora le agradeció el trabajo tan diligentemente realizado y le pagó en el acto, incluso le dijo que al regresar le traería un regalo especial y se despidió raudamente.
    Desde aquella vez Yoryi ya no quiere saber nada de ese tipo de trabajo ocasional.

    ResponderEliminar
  3. Jajaja, Edgar. Era verdaderamente un espectro el can :)

    ResponderEliminar