El escritor paraguayo Javier Viveros (Asunción, 1977), autor de una notable remesa de libros de relatos y poesía y de guiones de cómic, y editor asimismo de una interesante antología de cuentos sobre fútbol (Punta Karaja), celebra su primera publicación en España con otro libro de relatos, Manual de esgrima para elefantes, en el que da cuenta de sus experiencias en África. De entrada, el volumen nos ofrece una perspectiva distinta del continente: si, habitualmente, la literatura occidental que ha abordado este territorio primigenio se ha mostrado incapaz de sacudirse su complejo colonialista, aquí éste brilla por su ausencia. No pretende Viveros proyectar una determinada imagen de Kenia, Ghana o Ruanda, ni denunciar situaciones injustas, ni exhibir culturas desconocidas, ni siquiera hacer un libro de viajes. Hay, por supuesto, una amplia diversidad de asuntos relacionados con África, desde las explotaciones de coltán hasta los tugurios de Kinshasa en los que se puede bailar, pasando por la hipotética presencia de prostitutas rusas en Ghana, el París-Dakar, la magia negra y los fantasmas, los aeropuertos y el apogeo de Nollywood (la industria cinematográfica nigeriana). Pero la verdadera intención es otra. A través de personajes que parecen trasuntos de sí mismo, Viveros aborda el modo en que la noción de extranjería se refuerza en un continente como África, donde todo se revela ajeno, imposible de alcanzar. Una noción que se repite, por si acaso, en los personajes africanos que viajan a Europa. Del mismo modo, los relatos se articulan en torno a la comunicación, a la posibilidad de estar en casa mediante una ilusión cuando se pisa África, a lo que significan el correo electrónico y Twitter en esta tesitura. El resultado es, más allá del lugar, una representación del ser humano como algo fracturado, fuera de sitio, sabedor de que en un territorio como extraño nada le compete, por más que se empeñe en aprender lo que nunca llegará a dominar, como si los elefantes se iniciaran en la esgrima. A través de un lenguaje coloquial pero bellísimo, que enriquece en todos los cuentos el tono confesional, este Manual es un gran hallazgo que merece ser secundado por otros títulos de su autor en España.
Pablo Bujalance
Fuente: Málaga Hoy
¡Buenísimo!
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