El poeta Eulo García lanzó a finales de octubre un libro titulado Gris. Entre sus varias páginas de alta poesía, se puede encontrar esta gema, una sublime amalgama de fondo y forma:
I
Qué haré entonces
con su cuerpo luminoso,
su cabello fuego derramado
en la almohada,
con sus ráfagas que descienden
en su torbellino negro.
Qué haré con los besos
desparramados entre las sábanas
y las gotas de silencio
que retumban en nuestros cuerpos.
Amanece ahora,
implacable,
y yo no sé qué hacer con tanta belleza
acurrucada a mi lado.
II
¿Cómo protegerla de la demencia
del asfalto, las corridas y los empujones
de los señores de la ciudad?
¿Cómo protegerla de las bocinas y los caños de escape,
de los semáforos en rojo
y los colectivos apurados?
¿Cómo protegerla del hastío
inagotable que provocan
los amaneceres
en la ficta ciudad
abandonada...?
III
Salimos.
Salgo.
El mundo nos vomita
su realidad amanecida.
Caminamos esquivando
balas sucias como hombres.
Mis dedos
se mueven
cual sus ojos
buscando a la mujer que camina a mi lado,
la mujer semilla
que cubre
con mantas
a la mujer sedienta
que anoche fue libre
con mi libertad desnuda.
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