domingo, 21 de marzo de 2010

LA RAZÓN

Porque cada tarde, cuando yo salía del trabajo, desde el quinto o sexto piso de su edificio ponía los labios en pico a la vez que hacía con las manos el ademán de arrojarme unas imaginarias estrellas ninja.

Porque después, en lugar de estrellas, amagaba tensar un arco y soltar una flecha que iba dirigida a mi pecho o a mi cabeza, vaya uno a saber.

Porque en los días posteriores a ello había evolucionado y me empezó a disparar con una pistola de dedos y yo podía, con inalterable inquietud, sentir la frialdad en sus ojos y leer con claridad en sus labios: pam! pam! pam!

Porque al día siguiente eran ya dos pistolas de índice y pulgar y después de eso ya se trataba de una ametralladora; hasta había un ensayado temblor en todo su cuerpo cuando manipulaba el pesado equipo.

Porque ello empezó a preocuparme de verdad haciendo que me costara muchísimo instalarme en el sueño. Además, con el ritmo que llevaba su carrera armamentística, había una probabilidad por de más alta de que lo próximo que usara para dispararme fuera una bazooka y eso sí ya hubiera sido por completo intolerable.

Fue por eso, oficial, fue por eso que lo maté.

2 comentarios: