sábado, 24 de septiembre de 2016

Magia y hechizos en "Manual de Esgrima para Elefantes"

La edición de Última Hora de hoy trae -en el Correo Semanal- un análisis que Maribel Barreto que hizo de "Manual de esgrima para elefantes", mi libro de cuentos localizados en África.



Los libros sobre lugares exóticos siempre son interesantes y de eso se trata esta obra de Javier Viveros, quien con este libro logra construir cuentos que escaparon de la lógica para ser una representación simbólica de las costumbres de tribus y pueblos africanos y sus habitantes, que bien pueden transmutarse en el marco del horror. El cuento fantástico se constituyó en una de las vertientes más ricas de la narrativa moderna y los cuentos de Viveros caben dentro de esta especie literaria, porque recogen lo desacostumbrado para la cultura occidental, ya que sus montajes narrativos como en un mosaico van pintando episodios que integrándose en forma concéntrica o alternante demuestran dos leimotivs notablemente significativos: la magia y la hechicería. Al terminar la lectura de cada relato nos queda la sensación de que el mito trasciende la historia, una escritura que se alimenta de su propia vocación de leyenda y se consume como un posible ensueño mítico más acá de toda certidumbre referencial. Por momentos marca un fatalismo que todavía siente que su mundo es inalterable, mentalidad que parecería explicar una veta importante de la concepción mítico- tribal de ese tiempo estático sin historia.

Déjá Vu (dú), es el primer cuento del libro cuyo personaje narrador es un auditor que afirma “… todos los países donde soy enviado como mercenario para buscar trampas en los sistemas” (12). Este personaje enviado a Ghana, era un informático destinado a auditar el sistema contable de una gran empresa. Iba para sustituir a un paraguayo a quien habían rociado con una bebida alcohólica para prenderle fuego. Este sufrió quemaduras de tercer grado, lo hospitalizaron en Accra y luego lo remitieron a Asunción. El auditor, otro paraguayo quien para sobrevivir se hizo amigo del chofer Mawusi, un hombre apegado a las creencias y costumbres de su tribu. Como ejemplo le narró el caso “que si uno se casaba con una joven sin el consentimiento de sus padres, y esta llegaba a morir, el marido debía entregar el cuerpo a sus familiares y estos tenían el derecho de obligarlo a desposar el cadáver” (13). El viudo se veía obligado a comprar el vestido de novia y el anillo, pasar la noche junto al cadáver de la novia y después de la ceremonia nupcial se procedía al entierro. (14).

En esta historia nos encontramos con rarezas culturales, como cuando los padres encargan los hechizos para matar a su propia hija, o cuando muere el esposo, la esposa tenía que bañar al cadáver del marido y después debía beber un vaso del agua con que lo bañó. Con este episodio quedaba demostrado que si la mujer sobrevivía, podría desposarse con el cuñado. Era parte de la ley natural, de esa cultura ancestral que Mawusi representaba. El auditor conoció a Áfua, esposa del chofer, la que les sirvió una rica cena y compartió con el extranjero sus planes de ampliar su casa y le reveló los nombres para su hijito. El auditor, al término de su trabajo, salió de Accra y partió hacia Tanzania, Chad y Sierra Leona. Cuando regresó a los cinco meses se encontró con un Mawusi flaco y triste a causa de la muerte de Áfua, hecho que lo llevó a contratar a un brujo para que devolviera la vida a su mujer.

Esta historia demuestra la creencia en los brujos y hechizos, Mawusi confiaba ciegamente en el hechicero que prometió devolverla a Áfua. El amigo acompañó al chofer hasta la casa del mago, jujuman o brujo vudú. En el camino de regreso dijo que debía esperar unos días. Para el occidental descreído el relato le pareció tan absurdo, producto de la superchería y de la ignorancia. El desenlace es que cuando días después visita la casa de su chofer, es Áfua muy sonriente quien abre la puerta.
Interesante la fusión de lo maravilloso con lo fantástico, la alteración de las leyes de la naturaleza, invadida por la magia para penetrar en su mundo en que lo fantástico supera a la razón. Javier logra suprimir lo racional con el velo de la fantasía de la magia. 

En Sepultando a Kweku Mensah, nos ofrece la fusión del hechizo y lo irracional. El narrador, un viajero paraguayo, pasó sus vacaciones en Ghana. Allí mucha diversión y mucho vino de palmera. En el hotel de Accra trabó amistad con Arko, el botones que entendía algo de español. Le contó que despedirían a su padre con un costosísimo funeral. El ataúd tenía la forma de un águila imperial con las alas desplegadas y los colores de la bandera norteamericana. Le contó que se gastan verdaderas fortunas en los entierros. El paraguayo le pidió que le invitara a asistir a los rituales funerarios porque estaba fascinado con las extravagantes costumbres (aunque le chocaban). Se compró un traje rojo apropiado para el entierro. Luego participó de la fiesta en la casa, enorme concurrencia, mucha comida, banda de músicos, baile y borrachera. Había una caja donde el turista paraguayo depositó varias veces su aporte debido a su ebriedad.
Al día siguiente se enteró que la tumba fue saqueada y que el caro ataúd se debía reponer, pues dejaron el cadáver en una fosa abierta. El amigo regaló un féretro nuevo, volvió a asistir a otro funeral, en el cual el hijo de un hachazo destruyó los adornos del ataúd para que no fuera robado nuevamente. Se completa el catálogo de rarezas con la visita del hechicero a quien pagaron una fuerte suma para que echara una maldición sobre los profanadores (45).

Opino que Viveros cumplió su propósito con este cuento exótico para divertirnos con las rarezas de la cultura de esos pueblos extraños a quienes deberíamos mirar sin prejuicios. 
En Un pecado capital, denuncia la explotación de la que son objeto los aldeanos, los prisioneros de guerra en las minas del coltán. Este mineral es empleado en la fabricación de dispositivos electrónicos. También emplean a los niños por ser más pequeños y pueden caber con facilidad en los agujeros “como topos en sus madrigueras” (51). Coltán, columbita, tantalita del infierno, también conocida como la negra roca de la desgracia. Los acopiadores son multimillonarios políticos y hasta diplomáticos de la ONU, negocian con las guerrillas y con las grandes fábricas de electrónica de la China.

Putas rusas. Es otro cuento en el que se denuncia la explotación sexual en Sierra Leona, Kenia, Congo, Etiopía, Tanzania, Senegal y Ruanda: “si era factible comprar una esposa eslava desde la comodidad de un sitio web, no debía ser imposible alquilar una puta rusa por un par de horas” (58). Ruándicas, denuncia el negociado en Ruanda (66) y en Mascotas cuenta la naturaleza de perros que destrozaban la carne de los soldados muertos, la población logró exterminarlos porque estaban acostumbrándose al sabor de la carne humana. Macabro, por cierto Fantasmas, otro cuento inquietante, la historia de Zeru Zeru (22) un albino recluso, a quien los compañeros de celda lo provocaban constantemente, querían matarlo para negociar con su cuerpo, pues sus miembros tienen alta cotización. Las pócimas preparadas por los hechiceros con fragmentos pulverizados de cuerpo de albino sirven a los mineros como escudo para evitar derrumbes, los ayudan a encontrar las mejores vetas, los yacimientos de diamantes y tanzanitas (83).

No le fue fácil al albino sobrevivir en prisión, ya que los brujos dicen que quien bebe la sangre de un albino podía hacerse millonario. En cada pasaje del cuento se encuentran sobresaltos, vemos que la cacería de albinos obedece a que estos africanos “temen más al brujo que a Dios, porque al brujo lo ven y a Dios no” (23).

Invito a los lectores a que lean este libro sorprendente, singular por sus temas fantásticos, horroríficos, extravagantes, en los que abundan lo insólito, lo inaudito, lo inexplicable. Creí que con la globalización, la TV e Internet estábamos al tanto de todo en el mundo, ya que las noticias nos traen la historia de los acontecimientos globales, pero la historia menuda, la intrahistoria nos la ofrece Javier Viveros para demostrarnos que todavía hay mucho que contar de los pueblos remotos y entramos en contacto con lo desacostumbrado, lo inusitado y aquello que a nuestros ojos occidentales parecen anómalos, anormales.
En cuanto a la escritura -a pesar de no encontrar mucha variación de técnicas- los registros utilizados favorecen la comprensión del lector que queda gratamente sorprendido con un libro novedoso.

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