Casi dos meses han pasado desde mi última entrada en este blog que es como un soliloquio. En ese lapso de tiempo he celebrado las fiestas de fin de año, he sido padre por vez primera, he trabajado en la producción de un disco y he festejado con el Barcelona el sexto título del 2009. También he podido realizar mi postergada visita a la vieja Europa. De ese viaje -aparte de mi coup de foudre por Paris- me he traído este raquítico poema que ni título tiene:
Cae la lluvia, inmisericorde,
sobre la espalda de Roma
y no puedo evitar pensar
que éstas gotas a escala del Río Tíber
son las mismas que hace unos cuantos siglos,
indolentes, cayeron en la espalda
de un pálido poeta
que en mímesis de su maestro griego
labraba un largo poema
que aun estando inconcluso salvaría
su nombre de las aguas del Leteo.
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