Hoy he cumplido, Virgilio, tu pedido:
entregué al fuego las hojas de tu poema.
¡Qué fácilmente ardieron tus metáforas!
Otra vez Dido en la pira funeraria.
Di a las llamas una edición indigna
-letras de hormiga y errores a granel-.
Ya me sumerjo en la grata re-lectura
de tu obra cumbre, encuadernada en cuero.
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