Estaba yo parado en una esquina de Palma Loma, oyendo polkas en mi Ipod al máximo volumen. Percibí a mis espaldas, de repente, el ruidoso aproximarse de una motocicleta. Vinieron a continuación, la fría autoridad de un revólver en mi cabeza y la mirada torva del asaltante.
Muy despacio, me saqué los auriculares y le entregué mi Ipod Touch. El malviviente escuchó la canción y, sin dejar de apuntarme, se quedó quieto. Pausa, Pausanias. La escena fue muy rara. Me dio la impresión de que ese sonido lo transportó a otro tiempo, otro lugar; lo remontó, tal vez a su pueblo, lo acercó a recuerdos muy gratos para él.
Sin pronunciar sílaba, bajó el arma, subió a la motocicleta con la velocidad de un punta karaja, se colocó los audífonos y desapareció llevándose mi polkita kyre'ÿ. Por suerte, no me sacó el reloj de oro y tampoco se llevó la mochila con los dólares del botín.
Pienso ir mañana mismo a donar una buena suma a la Fundación "Emiliano Erre".
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