El preludio vino representado por unos enmarañados pirakutu mientras pasaba las páginas. Traicionero duermevela. La somnolencia me vencía y quedé dormido mientras daba re-lectura a Eugenia Grandet, de Balzac. Algún ruido me sobresaltó y fue un despertarse a medias nada más, quedé como una moneda trabada en el pasto, entre cara y cruz. Estacionado entre el sueño y la vigilia, en mi cabeza era como si todavía estuviera leyendo la obra del gran escritor francés, pero no eran escenas de la novela, eran sus personajes pero metidos en otras aventuras, era un dictado que fluía sin pausas y yo lamentaba el no poder escribirlo, porque a pesar del semi-sueño sabía que los sueños eran solo niebla, nubes que se borrarían de mi memoria al despertar a la realidad tan pobre de la vigilia, al enfocarlas con el despiadado ojo crítico del raciocinio.
clínicas de obra
Hace 3 años
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