Con los fusiles ahítos, el pelotón estaba preparado. El condenado a muerte miraba directamente a los ojos de los soldados. No había temor ni había arrogancia en su rostro. Le preguntaron por su último deseo:
-- Quiero revisar mi Facebook.
Se lo concedieron. Le alegró ver que tenía tres nuevas solicitudes de amistad. Las aceptó. Declinó la invitación a un evento. Escribió una despedida en su muro, sin sensiblería ni retórica. Cerró sesión y devolvió el computador portátil.
La cuádruple descarga lo derribó.
La cuádruple descarga lo derribó.
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