domingo, 26 de febrero de 2012

Los beneficios del Luisón argentino


El Luisón fue el séptimo hijo varón de Tau y Kerana, esa pareja maldita y procreadora de monstruos. En Argentina y Paraguay está muy extendida la creencia de que si nace un séptimo hijo varón en la familia, será indefectiblemente un Luisón y arrastrará consigo la maldición. Ello llevaba a mucha gente a deshacerse del séptimo vástago, dejándolo morir de inanición cuando no entregándolo a la muerte de forma más rápida.

Los gobiernos tomaron cartas en el asunto. Para aliviar el estigma que llevaban encima estos prójimos, los presidentes de ambos países empezaron a convertirlos en sus ahijados. Con semejante padrino uno tenía que indefectiblemente subir en la escala social y ganarse una aureola de respeto, aunque fuera por temor a tocar al "ahijado del presi". El hecho, por supuesto, no impedía el crecimiento de abundante vello ni los periódicos aulidos.

Juan Domingo Perón, el entonces presidente de Argentina, fue todavía más lejos. En 1973 dió un marco legal a esa costumbre. A través del decreto No. 848, otorgaba una medalla de oro al séptimo hijo varón, además de becas completas para estudios primarios, secundarios y universitarios.

Es por eso que los luisones argentinos son más cultos que los nuestros y en las noches de luna llena, entre sus aullidos con tono rioplatense, citan a Shakespeare y Aristóteles, al tiempo que olfatean el aire para localizar la tumba más fresca.

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