Hace tres años, en el "Hay Festival" de Cartagena de Indias, hablé un momento con Juan Villoro, apenas terminada la presentación que hizo de la novela de Isabel Fonseca (esposa de Martin Amis). El diálogo fue breve porque enseguida llegaron cámaras y micrófonos que rodearon al escritor mexicano y empezaron a sucederse las preguntas y respuestas. Vi al periodista arrojarle preguntas como piedras; a la clásica de qué libros llevaría a la isla desierta, le seguiría una solicitud de opinión sobre la política exterior de Estados Unidos y luego otra pregunta no menos ardua: ¿qué es para usted la paz? Contemplé admirado la tranquilidad bovina con que el entrevistado salía del paso, replicando con suficiencia y casi sin tomar aire.
Villoro ha vuelto a Colombia. El sábado pasado, unas trescientas personas pudimos dialogar con él merced a la twitcam organizada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. A través de dicha herramienta tecnológica -desde nuestros respectivos hogares- formulamos preguntas que le eran luego transmitidas por el moderador. ¡Dichosos tiempos estos que permiten tal nivel de interacción entre el escritor y sus lectores!
Otra vez podía verse al mexicano en su salsa, dando fluidas respuestas a interrogantes de todo linaje. Y es que el gran manejo que tiene del lenguaje se manifiesta no solo en su obra periodística y de ficción. Su ingenio y elocuencia se adaptan a todo, incluso a la tiranía de los 140 caracteres que impone como límite la red social Twitter, donde unas 65.000 personas siguen a su usuario @JuanVilloro56.
Lo que dice del ex futbolista Valdano puede uno aplicarlo a él mismo, pues Juan Villoro tiene la capacidad de hablar de cualquier tema y de hacerlo con una trabajada prosa mental: de su cabeza salen ya editadas las frases. Es innegable que estamos ante uno de los grandes escritores contemporáneos de nuestra lengua y estoy convencido de que es cada vez menor el número de años que lo separan de su Premio Cervantes.
Javier, ¿estás viviendo en Colombia ahora?
ResponderEliminarSaludos!
No, Ever. Seguí la twittcam desde Asunción nomás. Pero vivir en Barranquilla sería la hostia.
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