Habla Ribeyro de la facilidad de acceder a la información y me pregunto qué hubiera escrito de vivir en estas épocas de verdadero exceso, de flujos desbordantes de información, estos tiempos de Google, de Wikipedia, de los blogs y los periódicos en línea.
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Uno de mis defectos principales es la dispersión, la imposibilidad de concentrar duraderamente mi interés, mi inteligencia y mis energías en algo determinado. Las fronteras entre el objeto de mi actividad del momento y lo que me rodea son demasiado elásticas y por ellas se filtran llamados, tentaciones, que me desplazan de una tarea a otra. Durante varios días estuve leyendo diarios íntimos femeninos, creyendo que por este camino iba a llegar a algún lugar, pero de pronto me desvié hacia los memorialistas franceses del siglo XVIII y esto también lo dejé para precipitarme sobre los OVNIS, tema que creía haber agotado hace semanas, pero que al azar de una lectura de periódico regresa a mí y me en lecturas agobiantes, que seguramente abandonaré en cualquier momento por la historia antigua, la alquimia o la antropología. Víctima soy, me doy cuenta, de la facilidad que existe ahora para informarse: libros de bolsillo, revistas de divulgación, manuales al alcance de todos, nos dan la impresión falaz de ser los hombres de un nuevo Renacimiento, Erasmos enanos, capaces de enterarse de todo en obras de pacotilla, compradas a precio de supermercado. Error que es necesario enmendar, pues hace tiempo sé, pero siempre lo olvido, que la información no tiene ningún sentido si no está gobernada por la formación.
Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas aumentadas (Posición en Kindle716).
Editorial Milla Batres.
Editorial Milla Batres.
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