miércoles, 16 de septiembre de 2009

Bovarismo del artista cachorro

— Desde chico luego ya mostró sus inclinaciones extrañas.

— Sin embargo, a mí siempre me pareció normal el nene.

— Eso porque no es tu hijo y no vivís con él. La cosa habrá empezado cuando él tenía diez años y colgó por el alambre, entre las ropas, mi libro de Economía.

— Jejeje, sí. Me acuerdo de tu Samuelson puesto a secar. Un discípulo joven para Duchamp.

— Sí, ñembo Duchamp el nene. No me olvido de esa carta a los Reyes Magos en la que pedía un elefante, "para ser como Valle-Inclán". Después andaba asegurando que quería subir al tranvía con dos leones.

— Eso quería Gómez de la Serna. Creo que son poses nada más, simular excentricidad para llamar la atención.

— Sí, quizá. Pero a mí no me era fácil lidiar con esas cosas. Los libros de literatura le volvían loco.

— Eso ya le pasó a Alonso Quijano y un poco también a la heroína de Flaubert.

— Claro, pero él era muy nene todavía. Te acordás de ese crítico literario que trabajaba en el Ministerio?

— Sí, sí. Claro.

— Bueno, ese tipo me llamó un día. Me dijo que fuera a retirar a mi hijo. Cuando fui, el nene estaba allí con los ojos enrojecidos. El crítico me dijo había ido a desafiarlo a duelo de espadas.

— No puede ser.

— Sí, le pregunté de dónde sacó esa locura y me dijo que de la novela Los detectives salvajes de Bolaño.

¿Qué edad tenía entonces?

— Cuando lo del duelo de espadas… tendría sus quince.

— Bueno, tan nene no era.

— No. Pero él nunca practicó esgrima.

— Ah, ya. Eso le daba pocas posibilidades de éxito ante el crítico de aguda lengua.

— Sí, escaso lápiz y afilada lengua. En la habitación del nene se encuentran cosas extrañas de todo tipo. Ayer, mientras él no estaba, entré y encontré copias del Código Napoleónico y una guía telefónica de Varsovia.

— Stendhal y La Noche del Oráculo, de Auster.

—Todo eso, a la larga, era inofensivo. Pero esto sí ya resulta peligroso, cruza largamente los límites de la cordura. Ya no sé qué hacer con él. ¿A quién se le puede ocurrir pegarle unas sonoras bofetadas al cadáver del senador yparacariense en pleno velorio.

—Eso lo sacó de aquella pregunta clásica de Louis de Aragón: ¿ya has abofeteado a un muerto? Aunque el ex senador se lo merecía.

—Sí, en eso estamos de acuerdo. Plenamente. Vaya que se lo merecía.

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