Se han publicado tan solo tres novelas paraguayas escritas originalmente en guaraní: Kalaíto Pombéro (1981), de Tadeo Zarratea; Pore’ÿ rape (2016), de Hugo Centurión; y Tatukua (2017), de Arnaldo Casco. Es propósito de estas líneas hablar de la última, la más nueva. Poseo un exhaustivo análisis de esta obra a la luz de la Narratología, pero este margen es demasiado estrecho para contenerlo, por lo que recurriré a un raudo esbozo.
El Tatukua que da título al libro
es el pueblo ficticio creado por el narrador, un pueblo emparentado con el
Macondo de Gabo y la Luvina de Rulfo. Los acontecimientos de la diégesis se dan
principalmente en Tatukua, ese territorio donde el Tatujarýi impone su señorío
mítico. La novela tiene temática rural, sus protagonistas gozan y padecen la vida del
campo y si bien son varias las escenas que transcurren en la capital, no hay
demasiada interacción con la vida citadina. Se realiza un rescate importante de las
creencias y la manera de descifrar el mundo e interpretar la realidad que tiene
el campesino.
Dividida en 12 capítulos, la
novela es entretenida y estupenda. Los personajes que pueblan sus páginas están
bien desarrollados y algunos de ellos resultan verdaderamente entrañables, como
el japonés Kakúji, el que luego de perder a su familia en la Segunda
Guerra Mundial llega a América para iniciar una nueva vida. Cuando la mano del narrador es diestra —como
en el caso que nos ocupa—, se logra inspirar empatía hacia los personajes: uno
sufre con sus sinsabores y celebra sus alegrías.
La prosa —no exenta de poesía— de
que hace gala la obra recurre a un gran despliegue de recursos retóricos. Hay
descripciones, aliteraciones, comparaciones simples (verbi gratia: ojahe’o
kuña imemby peteïmi manóvaicha), metáforas y adjetivos que son verdaderos
hallazgos. Se evidencia un sólido conocimiento del género. No son pocas las
técnicas de las que se vale el narrador para introducir voces (y otros elementos intercalares, como la poesía) al seno del discurso
novelístico que está tejido con mano de orfebre.
La sintaxis es el alma de una
lengua. En Tatukua el lector se encuentra con la sintaxis prístina del
guaraní; son muy escasos los préstamos solicitados a la lengua de Castilla. El
guaraní no carece de lo necesario para producir buena literatura. Y la obra que nos ocupa es una cabal prueba de ello.
Si bien hay escenas que tienen el
pathos de una tragedia griega, un elemento a destacar es el humor. Como
el buen narrador que es, Arnaldo dosifica la información que va proveyendo al
lector, procede a una gradual develación de secretos. Arnaldo Casco opyrü hatä
ko imombe’u gua’u puku oñepyruhápe. Yvate porä ohupi listón. Hasýta ñambotyke’ýra hag̃ua Tatukua, ko’äichagua tembiapópy ndaha’éi péicha péichante ojekyra’óva. A mi juicio, este libro
ubica a su autor entre los mejores narradores vivos de la lengua guaraní. Y «contado
entre primeros», como quería el viejo Dante.